jueves, 17 de marzo de 2016

Breve relato de lo breve

Era más hermético que una bolsa de envasar al vacío, pero tenía una sonrisa que me hacía temblar como en las mañanas más frías del invierno. Llegó cuando yo aún pensaba que todo era posible y llenó de ilusiones y miedo, a partes iguales, todas y cada una de las horas que pasé pensando en él, a su lado. Intentando adivinar lo imposible, en cada gesto, en cada palabra. A veces compartimos sofá y pensamientos, Jorge Drexler y canciones antiguas que nunca pasan de moda. Se fue antes de que me diera tiempo de decidir si le quería de verdad o solo eran mis ganas. Ya apenas recuerdo nada de lo que sentía ni de todo lo que lloré después. Pero recuerdo sus manos, grandes y ásperas, que contaban más de él que nada de lo que nunca decía. Un amor que duró lo que dura el verano, con sus tardes eternas y sus mañanas de sol entrando a hurtadillas por los huecos que dejan las persianas del sur. Y una sonrisa que aún hoy se dibuja, entre melancólica y cómplice, a cada canción de Jorge Drexler que ahora suena. Aquí y allí, en el tiempo y en el espacio.

https://www.youtube.com/watch?v=DjzgjhSJ2Oc