viernes, 2 de marzo de 2018

Es maltrato.

"Probablemente, tenga un mal día. Como todos". "Es que hoy no estaba de muy buen humor". "Está bajo mucha presión". "No le han concedido el proyecto y necesitamos publicar. Es normal que presione". "Te lo estás tomando de forma demasiado personal". "Don't be emotional". "No lo sé. Conmigo no es así". "Quizás lo estés malinterpretando". "Pasa de él. Tú a lo tuyo". "Tú vales mucho. No le eches cuenta".
En el mundo académico, el acoso laboral, mobbing o bossing (por provenir de un superior o jefe), es mucho más sutil que en otros ámbitos laborales. Entre otras cosas, porque está mucho más normalizado. En el actual modelo de "publicar o perecer" en que se basa el sistema científico, existe una gran presión por publicar y por publicar "bien", o lo que (no) es lo mismo, por publicar en revistas con alto índice de impacto. La única unidad de medida de la calidad científica, o la que más prevalece, es el número de publicaciones en revistas con más alto índice de impacto. Los recursos son pocos y la competitividad crece, aumentando así los niveles de presión sobre los investigadores principales para mantener a flote los grupos de investigación. En este contexto, se dan lugar multitud de conductas inapropiadas que van en detrimento del avance científico y de la salubridad del sistema académico. Aunque muchos se empeñen en afirmar que la competitividad es el motor que permite que la ciencia avance al ritmo que la sociedad demanda, lo cierto es que conlleva unos niveles de presión, exigencia y, en definitiva, estrés que pueden llegar a ser insoportables por la mayoría de los mortales. Es por eso que se establece una presión selectiva que favorece el éxito de aquellos individuos que sean capaces de ejercer mayor presión sobre el mayor número de personas, por un lado, y, por otro, el de aquellos individuos que sean más tolerantes a esta presión. Es por esto que el mundo científico-académico es un caldo de cultivo ideal para situaciones de acoso laboral sutiles que, muy frecuentemente, pasan desapercibidas y son, simplemente, toleradas por la mayoría de los componentes del sistema para asegurar su perpetuidad. Ser un buen jefe, cuidar a los trabajadores, fomentar la creatividad y ser capaces de mantener viva la motivación propia de cada uno, no son tareas fáciles. A menudo, son los psicópatas, carentes de empatía, los que mejor sobreviven en estos ecosistemas, ya que ejercer presión para obtener un beneficio propio sin importar ni valorar el daño psicológico que esa presión pueda estar generando, es algo innato en este tipo de personalidades.
Hoy escribo sobre acoso laboral en el mundo académico porque hace tres años que soy víctima de una situación sutil, pero no por ello menos grave, de acoso por parte de mi jefe. Además, porque cada vez son más los casos que conozco. También, porque casi todos los casos de acoso laboral, mobbing o bossing que conozco son sufridos por mujeres. No es casualidad que muchos de estos casos de acoso se generen a raíz de enfrentamientos entre una trabajadora (estudiante, postdoc, científica senior) que expresa libremente su disconformidad, le lleva la contraria o tiene una opinión distinta que va en contra de la "palabra sagrada" del investigador jefe. Una mujer sumisa y trabajadora que acate sin rechistar y alabe y admire incondicionalmente a su jefe. Eso quieren. Psicópatas mediocres que han encontrado su nicho de acción en el peculiar mundo de la investigación académica. A partir de este momento crítico, donde te expones como voz discordante, como mujer no sumisa, empezará tu calvario. La invisibilización, el aislamiento, la falta de reconocimiento, los niveles de exigencia cada vez mayores. Tu opinión dejará de tener valor y serás interrumpida en cualquiera de tus intervenciones, en cualquiera que sea la circunstancia, pero siempre menospreciando tu capacidad intelectual o tu interés. Se cuestionarán tus capacidades laborales, se minimizará siempre tu esfuerzo y dedicación. Dejarás de tener labores importantes dentro del grupo, como la formación de estudiantes de máster o de doctorado o la revisión de artículos. No participarás en proyectos ni en congresos nacionales o internacionales. Se tomarán decisiones sin tener en cuenta tu opinión o se valorará mejor cualquier otra idea que la tuya de forma sistemática. A partir de ese momento, nada de lo que hagas estará nunca bien, ni será suficiente, ni será reconocido debidamente o, en el mejor de los casos, será ignorado a conciencia para que quede clara la mierda de persona que eres. Hoy y siempre. Hará que te cuestiones hasta tu nombre. Te quitará el sueño. Te provocará ataques de ansiedad e irá creciendo en ti una inseguridad que te dará hasta miedo, porque es una sensación del todo desconocida para ti. Tù, que has sido la estrella del mambo toda tu puta vida. Aquí estás, ninguneada en el ámbito de tu vida que se te ha dado mejor siempre, el que más te has currado. Tu pasión, tu vocación. La situación de acoso laboral es, al fin y al cabo, una situación de maltrato psicológico persistente que puede tener secuelas de moderadas a muy graves en la salud mental de quienes la sufrimos. Si hoy estoy escribiendo esto es, entre otras cosas, para que te reconozcas si lo estás sufriendo. Para que le pongas nombre. Para que dejes de sufrirlo en silencio. Para que dejes de cuestionarte y seas capaz de salir de una relación abusiva y empezar de nuevo. Porque si quieren minimizarte, es porque eres grande. Muy grande. Y, ellos, demasiado pequeños.



Índice de impacto: forma de valorar la calidad de una revista científica, basada en el número de citaciones que obtienen los artículos que en ella se publican.

Acoso laboral en Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Acoso_laboral