miércoles, 25 de mayo de 2016

El aire en que no estás

Como volver a casa después de un largo viaje. Dejar las maletas en la entrada, olvidarte de ellas. Quitarte los zapatos, andar descalza. Soltar el sujetador en cualquier esquina sobresaliente, en el suelo directamente. Deshacerte de la ropa sucia. Sucia por sucia y sucia por aburrimiento, por haberte puesto las mismas tres camisetas una y otra vez, los mismos pantalones, la misma falda. Caminar instintivamente hacia la ducha. Agua caliente, hirviendo al principio, hasta coger la temperatura adecuada. Lavarte la cara y olvidarte de ti misma bajo un chorro de agua que lo arrastra todo de tu cuerpo al desagüe. Perder la noción del tiempo conforme se empañan los cristales y se enrojece la piel. Salir de allí y, sin apenas secarte, tumbarte destrozada, como nueva, en una cama con sábanas blancas con olor a suavizante, a limpio. Abandonarte a esa sensación y quedarte dormida. Hay personas, momentos que compartes con esas personas, que evocan en mi justo esa sensación. Hay personas, momentos que compartes con esas personas, que son justamente así: como volver a casa, una y otra vez. Si alguien alguna vez me preguntara "qué es para ti el amor" o "cómo saber si es la persona adecuada" yo le respondería con estas mismas palabras. No sabría explicarlo de otra manera. Con el corazón a punto de estallar, con una sonrisa, sin prisas, sin tiempo, completos y complementándonos. Al arrullo de la noche, con la brisa de la mañana. Sin excusas, sin promesas, desnudos con la ropa puesta y sin ella. "Para siempre" es algo que no se sabe hasta que no ha pasado. "Para siempre" no es algo que se pueda firmar. Pasa o no. Y, si pasa, te rindes y lo abrazas. Si pasa, que pase. Si pasa, no tengas miedo de emprender un nuevo viaje. No tengas miedo de irte lejos. Porque, si pasa, siempre tendrás un lugar al que volver. 
Y volverás.