sábado, 10 de febrero de 2018

Año nuevo

[El año empieza cuando tú te despiertes...]

El año nuevo no hace milagros. Habrá que seguir trabajando por una vida que nos traiga más sonrisas que lágrimas y más ganas de seguir adelante y mejorar. Habrá que seguir construyendo, desde dentro hacia afuera, rodeándonos de gente buena que nos quiera bien y nos haga crecer. Habrá que seguir alimentando nuestras ilusiones. Habrá que seguir soñando. Habrá que amar, incondicionalmente, una vez más, aunque hoy lata el corazón un poco roto. Habrá que ahuyentar a los malos monstruos, matarlos de hambre y de sed, hacer que desaparezcan. Habrá que romperse por sitios nuevos y hacernos invencibles por fin. Habrá que vivir, mientras se viva. Habrá que crecer, estirarse y envejecer. Un año más. Feliz 2018.

domingo, 4 de febrero de 2018

Soluciones vendo.

Pensé en escribir un libro. Pensé en escribir un libro como terapia. Pensé en coger toda esta ansiedad difuminada y convertirla en un libro. No sería una novela. Pensé que tendría un formato original, como si fuera un antiguo diario o una colección de cartas. Como se publicaban las cartas de amor que la gente se mandaba antes, cuando se morían de amor y nada era inmediato y se podían escribir cosas en hojas sueltas de papel sin saber a ciencia cierta si alguien las leería en algún momento. Pensé en escribir un libro de mensajes, eso que hacemos ahora (tan inmediato, tan insano, tan desromántico, tan malentendible) que ya no escribimos cartas. Cada vez que quisiera contarte algo, lo escribiría en mi cuaderno en vez de mandártelo. Iría acumulando mensajes, los iría guardando. Dejaría de escribirte y te iría borrando y convertiría toda la mierda que nunca te digo, o toda la mierda que ya te he dicho, en una colección de mensajes tontos. Los pondría todos juntos, con la fecha y con la hora y añadiría algún detalle idiota, le echaría la culpa a las hormonas o a la lluvia y pondría cualquier excusa tangible para justificar que simplemente te echaba de menos y quería saber de ti o contarte algo o decirte que te quiero, así sin más, como si no tuviera importancia, como si no me estuviera muriendo. Pensé en convertir toda esta mierda en arte, como si alguien fuera a leerlo, como si a alguien fuera a importarle, como si vomitar la vida diaria en un mensaje y hablar del tiempo fuera a interesarle a alguien. Ni siquiera a ti. Pensé que si todo esto se me quedaba flotando por dentro, terminaría por quitarme el sueño o incluso el hambre. Y quién quiere eso. Quién quiere ya estar enfermo por amor. Hoy, que todo se cura con un ibuprofeno, con una dormidina, con una infusión. El romanticismo ha muerto, dicen. Y aquí estoy yo, mirando montañas y pensando en ti. Buscando una salida. Vaciando los bolsillos, cambiando los muebles de sitio, poniéndome una mascarilla facial hidratante. Tengo una amiga que dice que si tienes un problema y yo no sé encontrarle la solución, es que no la tiene. Así que aquí estoy: inventando. Entre líneas, entre trenes, entre fotos y atardeceres, alisándome el pelo, respirando hondo. Dicen que matan más las tardes de domingo y la soledad que el tabaco...y yo que ya he dejado de fumar. Lo escribo, lo escupo, lo vomito. Me lo voy despegando de las costillas, como un chicle. Lo dejo aquí. Quien quiera, que lo lea. ¡¡Tú la llevas!!