viernes, 6 de enero de 2017

Prêt-à-porter. Otoño/Invierno.

Tiene nombre propio, como la huella que ha dejado en mi memoria reciente. Pero ya no lo nombro en voz alta, por si lo invoco y aparece, como un fantasma. Le llamaré "N", que suena a todo y a nada al mismo tiempo y, además, le viene al pelo. N me abrió tímidamente la puerta del lugar donde yo quería entrar corriendo, apabullada, torpe, tímida, determinada pero insegura. Y, de la misma manera, la cerró. Una historia bonita, extraña, complicada y confusa. Casi inventada. Un día sentí que me había despertado de un sueño, por fin, y, cinco días más tarde, N se borró de mi vida para siempre. Yo lo eché, él desapareció. Siempre supe que acabaría pronto, pero el corazón pocas veces se queda tranquilo. Y llora. Le echo de menos a ratos, cortos y largos. Y echo de menos, sobretodo, mis sonrisas y las esperanzas que se escondían detrás de cada una de ellas. Eso, probablemente, duela más que no saber hasta qué punto era verdad todo lo que me decía y, más frecuentemente, lo que no. Un enigma, hermético, un sí pero no. Un "hasta aquí", siempre trazando líneas. Un juego, tal vez. Una curiosidad apenas satisfecha, sin ánimo de lucro. Una puerta cautelosamente entreabierta, con la cadena echada. Y una sonrisa que asomaba. Y una mirada que me aceleraba el corazón y me hacía caminar hacia la breve rendija llena de luz, sin que nadie me cogiera de la mano. Otra historia en la memoria, otra cicatriz en la ilusión. Otra barrita de esperanza que se consume, sin reemplazamiento en el horizonte. Hay historias que se acaban y dejan paso a largas noches de invierno, donde el frío es algo más que algo que solo pasa fuera. Más bien una sensación de vacío que, de tanto frío, quema.

1 comentario: