sábado, 14 de enero de 2017

Roto. Defectuoso. Que no funciona.

Mi eyeliner líquido favorito está roto. Va acumulando producto que se seca en la rosca y se rompe. No cierra. Se seca. Estoy segura de que me dura mucho menos de lo que debería.  Quiero decir, que no se me acaba. Se seca. Siempre le pasa lo mismo. Y siempre se me olvida de una vez para otra. Llevo usando el mismo eyeliner desde hace seis años. Tuve un pequeño escarceo con otro eyeliner de la misma marca y gama diferente. Pero no fue lo mismo. Mi eyeliner líquido lo compré por primera vez en el Sephora de Champs Élysées, en París. El primer verano que viví allí. Y desde entonces me mantengo fiel. Donde vivo ahora no venden la marca de mi eyeliner favorito y, hoy, como siempre, se me ha terminado por secar el eyeliner. Y se ha roto. Valientemente, me he dirigido a la sección de perfumería de los grandes almacenes más cercanos y, valientemente, he ido probando todos los eyeliners de otras marcas dispuesta, de una vez por todas, a encontrar una marca mejor. Un eyeliner líquido que me guste tanto como el mío, pero que no se rompa. Lo he encontrado. Existe. Es exactamente el mismo, pero de otra marca. Me lo he comprado con dolor y tristeza al mismo tiempo que la ilusión propia de comprarse algo nuevo. Cuando he llegado a casa y lo he abierto para probarlo me ha surgido la duda de si el problema no es la marca sino el modelo. Que ese tipo de formato es defectuoso per se. Esta mierda de anécdota me ha hecho pensar en este apego absurdo por las cosas rotas. Por las cosas que no funcionan pero que sigo usando de forma rutinaria por miedo a no encontrar algo mejor. Porque cuando funcionan, no hay nada mejor. Y yo creo que eso nos pasa a muchas personas con muchas cosas en la vida. Con muchas personas. Personas rotas, defectuosas, que son las mejores cuando funcionan, aunque nunca terminen de funcionar del todo. Relaciones rotas, defectuosas, que no funcionan. Pero ahí seguimos, recurrentemente. Sin cambiar de marca. Cambiando de marca, pero usando el mismo modelo. El mismo patrón defectuoso, uno detrás del otro. Exactamente la misma persona en cuerpos distintos. Hay quien escribía que se pasaba la vida besando la misma boca en cada boca nueva que besaba. Algo tan innato, tan visceral, tan biológico como la atracción, se puede cambiar? Es modificable? Puede uno realmente romper y rehacer moldes? Se puede? Podemos?

No hay comentarios:

Publicar un comentario