sábado, 18 de agosto de 2018

Agua y aceite.

Una vez tuve un amante...


A mí me gustan la continuidad de las cosas, sin caer en la rutina, la gente que llega para quedarse, ver atardecer todos los días. Me gustan las cosas que duran, sin necesidad de que permanezcan invariablemente. Me gusta la verdad y hablar del tiempo de vez en cuando. Me gusta cuando estás y odio que tu luz se vaya apagando, paulatinamente, hasta desaparecer. Me gusta la lealtad del alma y ser fiel a todo lo que me nace del corazón. Incluso de más arriba. Incluso de más abajo.
A ti te gusta la discontinuidad de las cosas, que te mantiene lejos de cualquier peligro. Te gusta aparecer, brillar y desvanecerte. Te gusta la intensidad de un instante. Te gusta dejar huella, señal de que has pasado pero que ya te has ido. Te gusta subir la apuesta y saber que estoy ahí, aunque ya no haga ruido. Te gusta ver amanecer todas las mañanas. Te gusta la cama caliente que se queda deshecha y que no espera a nadie salvo a ti.
Tú quieres siempre flores frescas y yo me paso las tardes observando las que ya están secas. Somos líneas curvas que se cruzan en un único punto, tantas veces como nos dé la doblez de la curva. Somos fruto de una casualidad, estrellas fugaces que nunca van a doblegarse. Somos agua y aceite buscando una excusa, siempre a destiempo, para poder mezclarse. Una emulsión de amor que no mancha, que mancha y se disimula con el tiempo, que siempre está a punto de desaparecer pero que, de alguna forma, nunca se quita. Somos el amor imposible de quien quiere ser y no le dejan y de quien se va pero siempre vuelve. Una pasión que no encuentra medida que se ajuste al ancho de nuestro corazón.

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