jueves, 9 de abril de 2020

Y desesperar también.

¿Un botón de fast forward quizás? ¿Una catapulta gigante hacia el futuro? ¿Un pequeño botoncito para reiniciar el sistema? La desesperación es lenta y silenciosa. Demasiada energía atrapada entre cuatro paredes. Hasta los balcones, jardines, patios, terrazas y azoteas parecen tener los muros cada vez más altos. Fronteras invisibles que no podemos atravesar.
Quiero tirar el móvil lejos, pegarle una patada al módem y derribar las distancias. Luego, saldría corriendo para recuperar ese trozo de pantalla y teclado y arrancar unos cuantos "jajaja" más que hace tres grupos de WhatsApp que dejaron de sonar a risas de verdad. Ni los emojis de besos saben a besos ni las palabras escritas reconfortan ni los abrazos virtuales calman. Mándame otro audio que me haga llorar. Otra videollamada con fallos de seguridad.
Llevamos un mes diciéndonos los unos a los otro "paciencia y ánimo" y ya no sabemos ni qué inventar para hacer de cada día un día diferente. Es jodidamente duro estar encerrados, estar separados, estar físicamente aislados. Y hay que seguir y encontrar asilo en cualquier actividad absurda que se nos ocurra, que ahora parece ser que es hacer pan o un puto bizcocho de calabaza y harina integral. Si me mandan otro vídeo más de actividades físicas que puedes hacer en casa, te juro que voy a explotar.
Mira, no sé cómo consolarte hoy. De mí salen palabras de ánimo que no me creo ni yo. Para mí es bueno el día que no he llegado a la cama con tres valerianas y un ataque de ansiedad. Echo de menos tantas cosas que podría tirarme de los pelos hasta sacar mechones enteros en mis manos. ¿Qué necesitas? ¿Buscas consuelo? Quiero salir corriendo y engancharme a tu cuello y tirarte al suelo y abrazarme a ti tan fuerte que no puedas respirar.
Pero dicen que me tengo que quedar aquí. Me voy a liar otro cigarro, voy a abrir otra lata de cerveza y voy a intentar pasar la tarde sin que el corazón se me salga del pecho de tanto latir. Late a primavera, joder. Late a mil por hora, a salir de aquí y ver a mi madre un rato y salir de compras. Late a bailar, a beber, a ir de bar en bar. Late fuerte para que sepa que, a pesar de estar en pause, sigo viva. Late alto para que respire profundo y deje de pensar.
Quiero llegar a la noche intacta, acostarme tarde, cansada y vencida. Abrazarme a la almohada y soñar que esta vida no existe. Que despierta es la pesadilla y, durmiendo, la realidad. Quiero que mañana sea verano y bajar a desayunar a un bar. Quiero ponerme sandalias y un vestido y no estar sola nunca más.

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