martes, 4 de diciembre de 2018

Papel y bordes troquelados

El otro día, llegó a mis manos un sobre con fotos antiguas de la familia. Tres o cuatro fotos de mis abuelos, de mi madre, de mis tíos, en formato minimo, en blanco y negro, con bordes troquelados. Fotos más recientes y fotos de otra vida. Esta tarde, mi madre me ha dado la tarea de ir ordenándolas, por aquello de tenerme entretenida (como me cuida la mamma, eh?). He echado un rato absolutamente maravilloso, ordenando momentos que no he vivido, que me imagino. Historias que me invento, que voy construyendo con los recuerdos de los recuerdos. Las tecnologías avanzan, el cambio climático acecha y las fotos en papel han dejado paso a una ingente cantidad de información gráfica digital. Yo, además, que peco siempre por exceso y quiero documentarlo todo, en bonito, pero TODO, dejo como legado megas y megas de fotos, olvidadas en CDs, en móviles que ya no encienden, en una nube de la que olvidé la contraseña, en una cuenta de Instagram que borré y en otra que tengo temporalmente inactiva. Selfies, fotos borracha, fotos medio desnuda, fotos de viajes, de estancias, de todos los sitios por los que he pasado, de todos los carteles que llamaron mi atención. Fotos que no hace falta que herede nadie, pero que explican parte de quién soy. Algunas, pero pocas, fotos quedan ya en papel y menos que irán quedando con los años. A medida que iban pasando fotos por mis manos, me ha dado por pensar en mis nietos, si es que algún día vienen al mundo (primero sus padres, luego ellos) y en cómo pasarían una tarde como ésta, con la pierna escayolada a punto de arder en el brasero y en si tendrán la oportunidad de entretenerse ordenando fotos antiguas o si habrán desaparecido todas ya para cuando ellos hayan nacido y yo ya no esté.

No hay comentarios:

Publicar un comentario