lunes, 3 de febrero de 2020

Domingo, otra vez.

Cuando llueve, en el bar de abajo no hay nadie y en mi sofá habita el silencio. Apenas se escucha el chapoteo de los viandantes sobre los charcos de la plaza, que se inunda con cada mínimo aguacero. En casa, las luces están apagadas. Yo permanezco inmóvil tratando de deshacerme de sentimientos que no quiero, de estos apesadumbrados pensamientos que la resaca se lleva y devuelve a mi orilla rítmicamente. Serán tristes los domingos si tú quieres. La soledad, el silencio y la oscuridad son buenos compañeros para volver a poner cada cosa en su sitio, para comenzar una nueva semana y que el viento fresco de las mañana lance los demonios al olvido.

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