domingo, 27 de noviembre de 2016

Teoría del velcro.

Parecen inofensivas. Caminan de la mano. Se acurrucan en cualquier esquina soleada a orillas del lago. Sonríen. Se abrazan. Se besan. Hablan de banalidades, de cosas importantes, del día a día. Toman decisiones tontas. Incluso discuten y se pelean. Y vuelven a entrelazar sus manos. Inocentes. Inofensivas. La normalidad de la vida en pareja. Lo socialmente establecido. Naturales como la vida misma. Yo las observo atentamente. Las estudio como si de un fenómeno extraño se tratara. Para mi lo son. Esa vida en pareja tan ajena, tan extraña. Cómo lo hacen? En qué momento de nuestras vidas se sale una del camino? En qué momento se decide "tú sí, tú no"? Los años pasan y tú sigues caminando, en paralelo directo al rebaño. Sola, aislada. A tu ritmo, a tu aire. Siempre sola. Con las manos en los bolsillos. Con la sonrisa perdida al aire. Disfrutando de la belleza de cada puesta de sol en el más absoluto de los silencios. El silencio propio de quien solo habla consigo mismo. De quien no toma las decisiones en voz alta, sino sola frente al espejo. A veces pienso que la máquina de fabricación de humanos incluye un parche de velcro invisible, de tal manera que a lo largo de la vida nos vamos emparejando según encontremos nuestro velcro compatible. Pero, como todas las máquinas, la que pone los velcros de vez en cuando falla y a ti, como humano al azar, te toca el velcro defectuoso. Y así te pasas la vida, buscando a quien pegarte sin saber que tu velcro es demasiado grande o demasiado pequeño o no pega o, simplemente, no tienes!! Dicen que siempre hay un roto para un descosido, pero nadie dice nada de los velcros. Nadie quiere creer en la teoría de los velcros defectuosos, vaya a ser que descubran que el suyo lo es y pierdan la esperanza. Porque solo se puede vivir, claro, pero no es lo mismo. Hace frío. Y silencio. Y el corazón late un poco más lento...como esperando, sin querer, un velcro que pegue. Por fin.

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