domingo, 13 de diciembre de 2015

Cambios en tiempo

Normalmente me gusta hacer un repasito del año que se va el mismo día de fin de año, pero este año voy a hacerlo un poquito antes, a escasos 9 días de volver a casa por Navidad. Mientras se me cae la nariz de frío asomada a la ventana fumándome un cigarrito y dejando mis pensamientos pasar. Sería imposible hacer un resumen de todas las cosas que he vivido este año. El primero de mi exilio, digamos que voluntario. Hace un año estaba nerviosa y muerta de miedo pensando en todo lo nuevo que me esperaba por vivir. A día de hoy estoy más agradecida que cualquier otra cosa. A ratos más cansada. Y cada vez más fuerte. Experiencias que te curten. Momentos que te desbordan el corazón de felicidad. Y, sobretodo, orgullosa. Por haber vivido más de lo que he sobrevivido. Quizás haya poca gente que entienda la vida que elijo vivir cada día. Definitivamente, es poca la gente con la que puedo compartirla. Estar sola no es algo que uno elija, aunque ciertamente hay decisiones que tomamos que nos acercan más ella de lo que nos alejan. Otras veces, no es más que la consecuencia de una serie de catastróficas desdichas. He descubierto que el proceso de adaptación es directamente proporcional a la magnitud del cambio y, en mi caso, he de decir que el proceso de adaptación no ha terminado todavía. Todavía sigo teniendo una ligera sensación de transitoriedad en este exilio. A veces me sorprendo en la urgencia de que acabe ya. Pero, como todo, se pasa. Paciencia: qué gran regalo de la madurez. Y qué difícil. Asumir que hay asuntos que son cuestión de tiempo. Conocerse a uno mismo lo suficiente para darse los márgenes que necesita. Tener paciencia para afrontar los momentos de metamorfosis y estar lo suficientemente alerta como para saber cuándo han terminado. Primero, cuidarse a una misma, quererse por encima de todas las cosas. Ésta es fundamental cuando estás a miles de kilómetros de toda la gente que te quiere y que mejor te conoce, en la que siempre has confiado parte de tus cuidados. Estoy en ello. Segundo, abrirse a nuevas experiencias, dejar hueco en tu corazón para las personas nuevas que potencialmente pueden ocuparlo. Ésta ha sido un poco más fácil, quizás he tenido suerte de caer en un lugar en el que me estaban, en cierta manera, esperando. O no. Pero donde me hacen sentir así a diario. Tercero, hacerse fuerte en un entorno laboral nuevo. En un campo de trabajo diferente, complicado, con un modelo de estudio más complejo. Encontrar los puntos comunes. Confiar en tu experiencia. Crecer sin perder de vista todo lo que ya habías aprendido. Darte cuenta de que nunca se empieza de cero del todo. Ganarse el respeto y el cariño de los que trabajan contigo. Aprender de ellos, de su experiencia, de sus puntos de vista. Distinguir cuándo son mejores y cuándo son, simplemente, diferentes. Ésta ha sido, sin duda, la más compleja, la que más tiempo me está costando y la que se lleva prácticamente el 90% de toda mi energía. Porque es la razón fundamental que me trajo aquí: poder trabajar. Y, por último, cuando todas las demás están en su sitio: expandir el círculo. Ésta sea, quizás, la más complicada. Requiere más tiempo, al menos en mi caso. Tener afianzadas las demás primero. Conquistar los puertos seguros, ir a por el resto después. Éste es mi propósito de año nuevo: socializarme más allá de mis horas de trabajo, tener una vida aparte. Es el único que tengo, hace tiempo que dejé de hacerme a mí misma promesas que sé que no puedo cumplir. En cuanto a todo lo vivido, más que lo aprendido, diré que si hay una palabra que lo resume todo es VIAJAR. Una de mis grandes pasiones que siempre he intentado desarrollar y que, sin duda, este año he explotado al máximo. Ginebra, Berna, Los Alpes, Nueva York, Heidelberg, Londres, Barcelona, playas de Huelva, sierra de Cádiz y vuelta al hogar materno. Volver a Sevilla y disfrutarla como un extranjero o, mejor, como un exiliado sabiendo que no es para quedarse. Disfrutando todos y cada uno de mis rincones favoritos. La cerveza, las tapas, los gintonics en copa de balón. Mi bici. Mi río. Sacando tiempo para todas las persona que me dejo allí y a las que tantísimo echo de menos. Como he dicho al principio, me quedan días para estar de nuevo de vuelta y olvidarme de la transitoriedad, los retos, la distancia. Cuento las horas para estar de nuevo en casa, de vacaciones. Cuento las horas para dejar la mente en blanco, para dejarme llevar, para disfrutar y ser simplemente feliz durante dos semanas. Sin más documentos adjuntos que yo misma, mi maleta y mi sonrisa.

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