domingo, 6 de diciembre de 2015

Si en noches como esta las ventanas dieran al mar...

Si pudiera tener un balcón grande sin rejas ni cristales que diera directamente al mar, me sentaría en noches como ésta a ver el reflejo de la luna dibujándose, desdibujándose, yendo y viniendo. Con la vista puesta en un único punto fijo que en realidad no es nada. Es más allá del infinito de las cosas. Me sentaría a no hacer nada. A no pensar en nada. A mover el agua cálida con los pies. A dejar que todo fluyera hasta la punta del dedo gordo y de ahí al agua y del agua a ninguna parte. Dejando volar las cenizas en la brisa que arranca del mar. Jugaría con el tiempo. Lo detendría, lo haría pasar deprisa, lo haría pasar lento y distinto. Borraría y empezaría de nuevo. Y así en un cigarro infinito que no mata y arregla el mundo. Humo y agua. Cenizas al aire. Sangre rehidratada, renovada, desde el dedo gordo al corazón. Del corazón al cerebro. Ensancha el cráneo. Que la presión se la lleve la marea. Lejos, que no vuelva. Que el horizonte no sea ni una línea. Que no se vea. Que sólo exista un mar estrellado y una luna. Y un pie que toca libre y respira. Y un cigarro que se consume. Y una llama que no se apaga.

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