domingo, 6 de diciembre de 2015

Distancias y ausencias

Lleva llorando tantos días seguidos que las lágrimas que corren ahora por su mejilla ni la sorprenden. Se ha acostumbrado a su llanto silencioso y rítmico como a respirar. Siente la pesadez y el cansancio de los años que no tiene, de los días que no ha vivido, del tiempo que ha desperdiciado. Ha salido de casa como una autómata. Sin detenerse frente al espejo antes, mirándose sin ver nada. Recorre las calles que sabe que le llevan donde quiere ir sin detenerse en el recorrido. Llega instintivamente al único lugar dónde sabe que puede respirar: una mesa junto al río. Se sienta con su mirada perdida y ausente. De repente la sorprende una voz que le pregunta: "Estás sola?". Tarda en contestar lo que a ella le parece una eternidad, como si no supiera que decir, como si necesitara coger impulso antes de realizar un triple salto mortal: "Sí. Una coca-cola zero, gracias". Se han quedado resonando en su cabeza esas palabras como un eco: "Estas sola? Sola. Sola. Sola". Se queda embobada mirando las luces reflejadas en el agua, sin pensar en nada, pensando en todo quizás. Sí. Está sola en un bar sentada junto al río. Al cabo de un segundo despierta a medias de su ensimismamiento y se queda distraída mirando a la gente pasar. Adivinando las vidas que hay detrás de esas sonrisas, de esos andares lentos, de los paseos, de los besos, de las conversaciones vacías, de manos entrelazadas. Piensa en si hay alguien que también la observe a ella. Si alguien entre todo ese vaivén de gentes ha detenido su mirada en ella, allí sentada. Sola. Junto al río. Le hace gracia intentar adivinar lo que alguien pueda intentar adivinar sobre ella. "No acertarían ni en un millón de años. Tal vez yo tampoco lo hago cuando los observo a ellos". El terrible pensamiento de que alguien conocido pase y la vea la inquieta, aunque no es suficiente para hacer que se levante y que se vaya. "Me da igual. Que piensen lo que quieran". Está allí sola porque ella lo ha decidido así, como otras muchas veces ha estado allí sentada igual de sola pero acompañada. O acompañada y feliz. O qué coño importa. El espectáculo de luces sobre el agua es suficiente. El humo que exhala. El cigarro que se consume. Los hielos que tintinean cada vez que levanta el vaso y bebe. Es su momento. El mundo se ha parado y ella lo observa. Respira y nada más. Respira y ya no llora. Y se sorprende. Se ha quedado detenida en un instante de eternidad. Es su vida. Es su momento. Es su tiempo. Y ella ahora lo quiere así: difuso y lento, casi quieto. Por primera vez en tantos días siente que está donde tiene que estar. Ella sola, con ella misma, con su humo, con su hielo, con sus luces y su río. Sola, tranquila y en paz.

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